"Los Cuartos es una entrevista a los sobrevivientes desde las ruinas, bajo una luz nerviosa que sirve como telón a los eventos previos. Una bitácora de los últimos días en el jardín interior."
Por:i1100a
27. VII.
Es la época de la desesperación, la temporada de la frustración, de la disminución, del hastío.
29. VII.
Todo parece lo mismo. Lo familiar se disfraza como desconocido. Lo desconocido se pierde en la oscuridad. Es difícil despertar interés en estos días: hay millones de almas alrededor de todo. Estamos nosotros y están ellos, no somos nadie.
Comemos del mismo hueso, minamos la misma calavera. Estamos todos contra todos. Nos arrojamos palabras, mierda, aire caliente. Estamos aquí: no estamos en ningún lado. Nuestra ropa no se seca al sol. Olemos mal. Los días son un pozo séptico bajo el calor. No hay emoción, ni locura, ni una línea morada. Las hélices revuelven sin pausa el mismo olor a enfermedad. La esperanza se acaba. Nuestra vista es mala, en nuestras bocas hieden las muelas podridas. Hemos descubierto una manera de olernos de una habitación a otra, desde los bancos en el jardín hasta los comedores, a través de paredes enmohecidas por la humedad. Los ladrillos se desinflaman a la sombra.
Alguien grita ¡fuego! varias veces esta noche.
27. VII.
Las cosas no han cambiado: todo ha cambiado. No hay sombra en el globo. La ropa en los aparadores está llena de polillas, las calles de anzuelos y maletas abiertas. Cuartos atestados de hombres sudorosos. Han institucionalizado el asco, la repulsión, la crema dental.
Puedo ver pasillos largos donde retumba el eco de pasos; un hospital para alucinaciones con un patio hermoso y un jardín florido. Bata corriendo, ratas en el techo, salón gigante con una línea interminable de camas. Todos estamos ahí, aquí. Las sábanas sin cambiar nos producen urticaria, la misma posición nos ha cubierto de llagas. Sostenemos conversaciones con el cielorraso. Alguien, quizás una de las enfermeras, ha dado vida a una constelación en el techo. La hemos observado por meses, cada noche, en silencio hasta quedarnos dormidos. Se ha levantado el hambre, le han puesto a dormir con jeringas, con charlas de lo que pasa afuera. El calor nunca cede, se pega en la piel y pasa al otro lado.
Hemos mojado la cama.
28. VII.
Las medidas se han ido al diablo, no existen tenedores ni cuencos. Hay una mano en forma de cuchara que nos alimenta. Tropezamos con frecuencia. Nos pelamos el alma, nos desollamos los recuerdos de cuando usábamos peine y teníamos nombres; de cuando había sol al otro lado de los muros.
27. VII.
Las bombas; un poco de lentejas. Hay gritos en el otro lado, ya es de noche. Hay luna llena. Ella dice que es su luz la que excita a las batas en el tendedero y las hace bailar en contra del viento, como a las mareas. Cuando se acerca a mover las frazadas o a poner una cuchara amarga en la boca de alguno, todos abrimos los oídos: ella es la única que habla. Tiene la cofia llena de vocecitas cálidas y una mano que saca conejos diminutos de los bolsillos de su uniforme. Cuando se va, todos nos reunimos. A veces guardamos las hebillas para el pelo que ella deja caer. Bajo la escalera hay un pasaje al sótano del que nadie tiene conocimiento. Allí fumamos el aire, nos masturbamos la orina, contamos las moscas que han muerto del frío.
Alguien grita ¡Aleluya! y tose un poco.
26. VII.
¡Lo hemos logrado! Combinamos el hambre con las cuerdas del patio, la ropa con el barro de las pisadas en el baño, el agua fría de las duchas a medianoche con la sonrisa de ella, que murmura sin darse cuenta con la mirada clavada en las ruinas.
Hemos hecho planes y los hemos destruido con saña. Él y yo sabemos cuál es la única manera. Hacemos largas filas, nos movemos despacio, ignoramos las órdenes, sorbemos los castigos.
Planeamos una fuga.